lunes, 16 de mayo de 2011

para este día


Reconozco esta hora.
Es esa que solía llegar enmascarada entre los pliegues de otras horas;
la que de pronto comenzaba a surgir como un oscuro arcángel detrás de la neblina
haciendo retroceder mis bosques encantados,
mis rituales de amor, mi fiesta en la indolencia,
con sólo trazar un signo en el silencio,
con sólo cortar el aire con su mano.
Esa, la de mirada como un vuelo de cuervo y pasos fantasmales,
que venía de lejos con su manto de viaje y las mejillas escarchadas,
y se iba bajando la cabeza, de nuevo hasta tan lejos
que yo buscaba en vano la huella del carruaje en el pasado.
Hora desencarnada,
color de amnesia como dibujada en el vacío del azogue,
igual que una traslúcida figura enviada desde un retablo del olvido.
¿Y era su propio heraldo,
el fondo que se asoma hasta la superficie de la copa,
la anunciación de dar a luz las sombras?
No supe descifrar su profecía,
ese susurro de aguas estancadas que destilan a veces los crepúsculos,
ni logré comprender el torbellino de plumas grises con que me aspiraba
desde un claro de ayer hasta un vago anfiteatro iluminado por lluvias y por lunas,
allá, entre los ventisqueros del irreconocible porvenir;
aquí, donde ahora se instala, maciza como el demonio del advenimiento,
en su sitial de honor en medio de la asamblea de otras horas, pálidas, transparentes,
y me dice que mis bosques son luces extinguidas y aves embalsamadas,
que mi amor era erróneo, como un espejo que se contempla en otro espejo,
que mi fiesta es un cielo replegado en el sudario de mis muertos.
Y se queda esta vez, sin bajar la cabeza.



Olga Orozco

sábado, 23 de abril de 2011

De la propensión a los olvidos

La felicidad- me dijeron-

es asunto de poetas ebrios.

Útiles solo para cabalgar la luna

con todo y sus acólitos nocturnos.

Escóndete tras la puerta me dijeron.

No cruces la línea que separa al ahorcado

de su mediodía.

Huye del espejo y sus engaños

únete más bien a una legión de imágenes

promotoras de la ausencia.

Trágate tu amor al prójimo

y sus dinosaurios descalzos.

Esas utopías ya no las compra nadie.

Si descubres un vuelo de monarcas coloridas

dales la espalda

no escuches su caricia en el aire

y el escándalo de sus alas encendidas.

Podrías no recuperarte.

Ama la sombra y sigue sus instrucciones

protégete en su círculo de las tentaciones

que la luz produce

Súmate a la sagrada ley de lo que no se mueve

eso es lo que perdura.

Todo esto me dijeron.

Pero mi desnudez no tenía bolsillos para entonces.

Tampoco una memoria para el llanto.

He seguido la ruta de las aguas

en su afán de mar y de horizonte.

Y no puedo detenerme todavía.



Consuelo Tomas

domingo, 27 de febrero de 2011

Soltar todo y largarse

Soltar todo y largarse, qué maravilla, atesorando sólo huesos nutrientes,
y lanzarse al camino pisando arcilla, destino a las estrellas resplandecientes.



Pantalones raídos, zapatos viejos, sombrero de ventisca, ojo de garra,
escudriñando enigmas en los espejos y aprendiendo conciertos de las cigarras
y aprendiendo conciertos de las cigarras.



Con amores fugaces e inolvidables, con parasiempres grávidos como espuma
y el acero afilado de los probables colgado vigilante junto a la luna
colgado vigilante junto a la luna.



Soltar todo y largarse. Qué fascinante volver al santo oficio de la veleta,
desnudando la vida como un bergante y soñando que un día serás poeta
y soñando que un día serás poeta.



Silvio Rodriguez

sábado, 26 de febrero de 2011

A la salud de la serpiente

Canto el calor con rostro de recién nacido, el calor desesperado.
II
...A la vez que el pan que parte el hombre, ser la belleza del alba.
III
Aquel que se confía en el girasol no meditará dentro de la casa. Todos los pensamientos del amor serán sus pensamientos.
IV
En el círculo de la golondrina una tempestad se informa, un jardín se prepara.
V
Habrá siempre una gota de agua para durar más que el sol sin que el ascendiente del sol sea quebrantado.
VI
Produce aquello que el conocimiento quiere mantener secreto, el conocimiento con sus cien pasadizos.
VII
Aquello que viene al mundo para no perturbar nada no merece ni consideraciones ni paciencia.
VIII
¿Cuánto durará esta falta del hombre, agonizante en el centro de la creación porque la creación lo ha despedido?
IX
Cada casa era una estación. Así se repetía la ciudad. Todos los habitantes juntos sólo conocían el invierno, a pesar de su carne recalentada, a pesar del día que no se iba.
X
Eres en tu esencia constantemente poeta, constantemente estás en el cénit de tu amor, constantemente ávido de verdad y de justicia. Es sin duda un mal necesario que no puedas serlo asiduamente en tu conciencia.
XI
Harás del alma que no exist ...e un hombre mejor que ella.
XII
Mira la imagen temeraria donde se baña tu país, ese placer que te ha escapado, por mucho tiempo.
XIII
Numerosos son aquellos que esperan que el escollo los subleve, que el fin los atraviese, para definirse.
XIV
Agradece a aquel que no se ocupa de tu remordimiento. Eres su igual.
XV
Las lágrimas desprecian a su confidente.
XVI
Queda una profundidad mensurable allí donde la arena subyuga al destino.
XVII
Amor mío, poco importa que yo haya nacido: tú te vuelves visible en el lugar donde yo desaparezco.
XVIII
podés caminar, sin engañar al pájaro, desde el corazón del árbol hasta el éxtasis del fruto.
XIX
Lo que te recibe a través del placer no es sino la gratitud mercenaria del recuerdo. La presencia que has elegido no produce el adiós.

XX
No te curves sino para amar. Si mueres, amas todavía.
XXI
Las tinieblas que te infundes están regidas por la lujuria de tu ascendiente solar.
XXII
...No hagas caso de aquellos a cuyos ojos el hombre pasa por ser una etapa del color sobre la espalda atormentada de la tierra. Que ellos devanen su largo memorial. La tinta del atizador y el rubor de la nube no son sino uno.
XXIII
No es digno del poeta abusar de la credulidad del cordero, investir su lana.
XXIV
Si habitamos un relámpago, es el corazón de la eternidad.
XXV
Ojos que, creyendo inventar un día, habéis despertado al viento, qué puedo yo por vosotros, yo soy el olvido.
XXVI
La poesía es, de todas las aguas claras, la que se demora menos en los reflejos de sus puentes.
Poesía, la vida futura en el interior del hombre recalificado.
XXVII
Una rosa para que llueva. AL final de innumerables años, ése es tu deseo.


René Char

lunes, 21 de febrero de 2011

He dejado descansar tristemente mi cabeza

He dejado descansar tristemente mi cabeza
En esta sombra que cae del ruido de tus pasos
Vuelta a la otra margen
Grandiosa como la noche para negarte
He dejado mis albas y los árboles arraigados en mi garganta
He dejado hasta la estrella que corría entre mis huesos
He abandonado mi cuerpo
Como el naufragio abandona las barcas
O como la memoria albajar las mareas
Algunos ojos extraños sobre las playas
He abandonado mi cuerpo
Como un guante para dejar la mano libre
Si hay que estrechar la gozosa pulpa de una estrella
No me oyes más leve que las hojas
Porque me he librado de todas las ramas
Y ni el aire me encadena
Ni las aguas pueden contra mi sino
No me oyes venir más fuerte que la noche
Y las puertas que no resisten a mi soplo
Y las ciudades que callan para que no las aperciba
Y el bosque que se abre como una mañana
Que quiere estrechar el mundo entre sus brazos
Bella ave que has de caer en el paraíso
Ya los telones han caído sobre tu huida
Ya mis brazos han cerrado las murallas
Y las ramas inclinado para impedirte el paso
Corza frágil teme la tierra
Teme el ruido de tus pasos sobre mi pecho
Ya los cercos están enlazados
Ya tu frente ha de caer bajo el peso de mi ansia
Ya tus ojos han de cerrarse sobre los míos
Y tu dulzura brotarte como cuernos nuevos
Y tu bondad extenderse como la sombra que me rodea
Mi cabeza he dejado rodar
Mi corazón he dejado caer
Ya nada me queda para estar más seguro de alcanzarte
Porque llevas prisa y tiemblas como la noche
La otra margen acaso no he de alcanzar
Ya no tengo manos que se cojan
De lo que está acordado para el perecimiento
Ni pies que pesen sobre tanto olvido
De huesos muertos y flores muertas
La otra margen acaso no he de alcanzar
Si ya hemos leído la última hoja
Y la música ha empezado a trenzar la luz en que has de caer
Y los ríos te cierran el camino
Y las flores te llaman con mi voz
Rosa grande ya es hora de detenerte
El estío suena como un deshielo de los corazones
Y las alboradas tiemblan como los árboles al despertarse
Las salidas están guardadas
Rosa grande ¿no has de caer?


Emilio Adolfo Westphalen

miércoles, 16 de febrero de 2011

No de lo que pasó

Toda la noche me estuve
arrepintiendo,
no de lo que pasó,
de lo que estuve por hacer
antes de arrepentirme.



Un chico de cinco años se come
la pata de plástico de un ciervo;
cuando la madre le explica que no es
chocolate lloriquea. No se sabe
quien se arrepiente.



Arrepentido de estar en el
arrepentimiento,
pero ya cerraron la puerta de tu casa.



Hay una hilera de árboles
verdes alineados para doblarse
en el viento, son muy viejos
estos pensamientos.



Un auto azul da dos vueltas en el aire
y cae como un gato de nuevo
en el asfalto.
No me arrepiento.



La música le entra por un oído
y le sale por la boca cuando da
su veredicto.
Ya no recuerda, se arrepiente.



No puede parar de arrepentirse.



Los árboles verdes, es posible que sean
tres, se desvanecen con el sexo. Luego
vuelven a aparecer. Una brisa los mece un rato,
con el tiempo el aire se enfurece.



El beso no fue para Alejandro,
era para Daniela; Los sueños
son oscuros, los árboles verdes:
tres por el arrepentimiento van contentos.



De la copa del Palo Borracho
se desprende el arrepentimiento
de un pariente.



Virutas de acero
en el piso de la tornería.
Una fuente de esquirlas
en la fricción del torno. Decime
si miento cuando me arrepiento?



Baco vino a ver al niño a su balcón:
-Baco, mamá, Baco vino
a verme a mi balcón.



Es obligatorio necesario
arrepentirse,
quedarse irse,
cuando toco tu piel
suena la sirena del vapor
pero hay espinas en la cama,
migas, mal olor.



No me arrepiento
me arrepiento
te amo así
sin mí.



Un río
sus celofanes.



Daniel Durand