sábado, 16 de enero de 2010

Leroux.

Todo lo que proporcionan los sentidos, no puede ser una prueba... yo también me he incilinado sobre los rastros sensibles, pero para pedirles que entraran en el círculo que había trazado mi razón. ¡Ah! tantas veces el círculo fue tan estrecho, tan estrecho... Pero por estrecho que fuese era inmenso, porque sólo contenía la verdad!... ¡Sí, sí, lo juro! Los rastros visibles sólo han sido mis fámulos, nunca mis señores... Nunca han hecho de mí esa cosa monstruosa, más terrible que un hombre sin ojos: un hombre que ve al revéz! ¡Y ahí tienes por qué triunfaré de tu error y de tu cogitación animal!

Invitación al viaje.

Acompáñame, ven. Por el camino
encontraremos perros y cristales,
semáforos en rojo y cerradas las verjas
de los jardines secos donde la arena ahoga
los linderos bordados de flores humilladas.
Pero no importa. Ven. Encontraremos
rostros adustos, dientes como garras,
violentos gestos y feroces gritos...
Con manotazos bruscos tratarán de alcanzarnos.
Pero, juntos, tú y yo seguiremos la ruta,
sonrosada y alegre, que no marcan los mapas
sobre el gris del asfalto. A cada instante
nos propondrá el deseo un alto vuelo.
Acompáñame, ven. Te invito a un largo viaje
contra el viento, sin coche ni maletas.
Dejaremos atrás placeres preceptivos
y a tanto triunfador con las cartas marcadas.
Buscaremos el norte. Buscaremos un alto
bosque frondoso y el rumor marino.
Y, cercana la hora del silencio,
cuando el sol se derrama como un ámbar
y encierra en su cristal rocas y espumas,
brindaremos, alegres, con la mirada absorta
ante la inmensidad del mar y del olvido.


Paz Díez Taboada

jueves, 14 de enero de 2010

Bienvenida la poesía del futuro.

Bienvenida sea la poesía del futuro.
Esa poesía que reventará como una flor
en plena calle,
o como un cadáver después de varios días.
Bienvenida sea la poesía colgada de las nubes
y de los edificios.
La que soltará en este mundo su alma
de bestia carroñera.
La que olfateará a la muerte desde lejos.
La que llegará delgada y tenue
como las primeras lluvias del otoño,
y suave como los tejidos de las vísceras.
Bienvenido sea su ritmo de agua en caída libre,
o su sonido de artefacto eléctrico.
Pronto estará entre nosotros,
bendiciendo el acto sexual entre la especie,
o comiéndole los ojos a los muertos.
Hasta aquí llegará con su espíritu redentor
funcionando,
o con su instinto homicida adiestrado y carnívoro
como el que empuñan las tropas de asalto.
Bienvenida sea la poesía del futuro.
Bienvenidos sean sus actos de magia.
Sus contorsiones acrobáticas.
Sus caricias y besos de película.
Sus espectaculares suicidios
archivados en las páginas rojas de los periódicos.

Aquí, y en ninguna otra parte,
establecerá su reino,
su hacienda,
su recinto milagrero abierto al público

La verán caminar sobre las aguas.
La verán dormir en los parques.
La verán en las noches de luna
como suspendida de aquella luz fantástica.
La verán aullando y con espasmos,
tirada en el suelo.
Podrán verla haciendo latir las memorias,
o en cada herida cortante
que dejará el paso del olvido sobre los rostros.
Bienvenida sea, por fin, la poesía del futuro.
Ábranles las puertas y las ventanas,
las arterias,
los huesos,
los ojos,
y prepárense para lo que pueda ocurrir,
porque vendrá de todos modos,
así sea para velar por la paz de sus almas,
o bien,
para levantarles la tapa de los sesos.


Pavel Oyarzún Díaz